Ayer a las ocho murió la Señora Bérenge, la portera. Una gran tormenta se eleva en la noche. Aquí, en lo alto, donde estamos, la casa tiembla. Era buena amiga, amable y fiel. Mañana la entierran en la Rue des Saules. Era vieja de verdad, al final de la vejez. Desde el primer día, cuando empezó a toser, le dije: "¡Sobre todo no se tumbe!... ¡Quédese sentada en la cama!". Me lo temía. Y después ya veis... Y luego en fin...
Yo no he practicado siempre la medicina, mierda de oficio. Voy a escribirles que ha muerto la Señora Bérenge, a los que me conocen, a quienes la conocieron. ¿Dónde estarán?" (...)
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