miércoles, 6 de enero de 2010

«Nacimiento de Céline» (Philippe Sollers, 1999)

Son apenas siete páginas y media, en las que Sollers hace una semblanza de la vocación médica de Céline, que deriva en vocación literaria. De la importancia fundamental que tiene para él la dicotomía Verdad-Muerte (sí, con mayúsculas).
Creo que es un libro fundamental, porque anticipa al genial Céline del Viaje al fin de la noche. Ocho años antes, ya muestra en Semmelweis su extraordinaria pluma, haciendo literatura con una tesis doctoral que habla de algo tan concreto y objetivo como la medicina. Formidable anticipo, en 126 páginas ya se empiezan a escuchar los primeros acordes de la música celiniana en ciernes.

«Céline secreto» (Lucette Destouches y Véronique Robert)

> 1907: Termina la primaria y es enviado a Alemania a la Mittelschule de Diepholz (Hannover) para aprender alemán.

> 1915: Trabaja en el Servicio de Pasaportes del Consulado de Francia en Londres. Allí frecuenta los barrios bajos de la capital.

> 1924: Defiende su tesis doctoral sobre Semmelweis (editada en España por Marbot Ediciones en marzo de 2009).

> 1926: Comienza a escribir la obra teatral L’Église.

> 1927: Aparece Progrès, que presenta similitudes con Muerte a crédito.

> 1952: Aparece en Francia una obra que creo que no está traducida al español: Casse-Pipe-Carnet du Cuirrassier Destouches.

martes, 5 de enero de 2010

Comienzo de «Normance» (Céline)

"Normance" es la segunda parte de "Fantasía para otra ocasión":

"Contar todo aquello después... ¡se dice pronto!... ¡se dice pronto!... Te queda, de todos modos, el eco aún... ¡brrum!... la azotea te oscila... aun siete años después... ¡la jeró!... el tiempo no es nada, pero, ¡los recuerdos!... ¡y las deflagraciones del mundo!... las personas que has perdido... las penas... los ninchis diseminados... buenos... malos olvidadizos... las aspas de los molinos... y el eco aún que te sacude... ¡Seré proyectado a la tumba con él!... ¡Jolines! ¡tengo la cabeza llena!... la barriga llena... ¡Brrum!... siento... acuso... vibro con los huesos, aquí, en mi cama... pero, ¡no os extravío!... os recogeré aquí, allá... ¡todo está ahí! ¡el carácter!... ¡de los pingajos a las borrascas! ¡podemos decirlo! ¡brum!... ya os digo, me subieron allá arriba... Como os decía, me trajeron como a Malborough... ¿verdad? ¿cuando lo llevan a tierra?... ¡yo, por el aire!... entre cuatro... cinco caballeros y azafatas... Me lo dijo Lili... ¡los siete pisos!... Me había caído sobre el ascensor con la puerta abierta... ¡no!... más abajo aún... ¡más abajo había caído!... ¡en el sótano!... ¡Brrum!... ¡llamando a Lili!... llamando a Bébert... ¡llamándolo todo!... Me habían recogido fuera... los cuatro caballeros y las damas, y me habían subido hasta mi casa... no son cosa de ayer mis ¡braúm!... desde el 14, a decir verdad... noviembre del 14... ¡brum! un obús me hizo salir volando, ¡volando! ¡me elevó!... ¡uno ya grande! ¡un "107"! ¡montando a Demolición...! ¡mi yegua, que cerraba la fila! ¡Con el sable desenvainado! ¡la Virgen! ¡Salía yo volando! ¡así mismo! ah, los recuerdos me bambolean... ya veréis... ¡los recuperaré todos!... ¡no os privaré de nada!... ¡jirones del 14!... ¡del 18!... ¡35!... ¡44!... ¡ah, cuento!... ¡recuento!... ¡lo recupero todo!... (...)

lunes, 4 de enero de 2010

Comienzo de «Viaje al fin de la noche» (Céline)

Viajar es muy útil, hace trabajar la imaginación. El resto no son sino decepciones y fatigas. Nuestro viaje es por entero imaginario. A eso debe su fuerza.
Va de la vida a la muerte. Hombres, animales, ciudades y cosas, todo es imaginado. Es una novela, una simple historia ficticia. Lo dice Littré, que nunca se equivoca.
Y, además, que todo el mundo puede hacer igual. Basta con cerrar los ojos.
Está del otro lado de la vida.

"La cosa empezó así. Yo nunca había dicho nada. Nada. Fue Arthur Granate quien me hizo hablar. Arthur, un compañero, estudiante de medicina como yo. Resulta que nos encontramos en la Place Clichy. Después de comer. Quería hablarme. Lo escuché. "¡No nos quedemos fuera! -me dijo-. ¡Vamos adentro!" Y fuí y entré con él. "¡Esta terraza está como para freír huevos! ¡Ven por aquí!", comenzó. Entonces advertimos también que no había nadie en las calles, por el calor; ni un coche, nada. Cuando hace mucho frío, tampoco; no ves a nadie en las calles; pero, si fue él mismo, ahora que recuerdo, quien me dijo, hablando de eso: "La gente de París parece estar siempre ocupada, pero, en realidad, se pasean de la mañana a la noche; la prueba es que, cuando no hace bueno para pasear, demasiado frío o demasiado calor, desaparecen. Están todos dentro, tomando cafés con leche o cañas de cerveza. ¡Ya ves! ¡El siglo de la velocidad!, dicen. Pero, ¿dónde? ¡Todo cambia que es una barbaridad!, según cuentan. ¿Cómo así? Nada ha cambiado, la verdad. Siguen admirándose y se acabó. Y tampoco eso es nuevo. ¡Algunas palabras, no muchas, han cambiado! Dos o tres aquí y allá, insignificantes...". (...)

Comienzo de «Semmelweis» (Céline)

Mirabeau gritaba tan fuerte que Versalles tuvo miedo. Desde la Caída del Imperio Romano no se había abatido ninguna tormenta parecida sobre los hombres, y sus pasiones se elevaban hasta el cielo en olas temibles. La fuerza y el entusiasmo de veinte pueblos brotaban de Europa, destripándola. Por todas partes se movían los seres y las cosas. Aquí, tormentas de intereses, de vergüenzas y de orgullos; allá, conflictos oscuros, impenetrables; más allá, sublimes heroísmos. Todas las posibilidades humanas confundidas, desencadenadas, furiosas, ávidas de lo imposible, corrían por los caminos y las hondonadas del mundo. La muerte aullaba entre la espuma sangrante de sus legiones dispersas; desde el Nilo hasta Estocolmo y desde la Vendée hasta Rusia, cien ejércitos invocaron al mismo tiempo cien razones para ser salvajes. Fronteras desfiguradas, fundadas en un inmenso reino del Frenesí, hombres que querían progreso y un progreso que quería hombres, he aquí las inmensas bodas que se celebraban. (...)

Comienzo de "Muerte a crédito" (Céline)

"Aquí estamos solos otra vez. Es todo tan lento, tan pesado, tan triste... Pronto seré viejo. Y por fin se habrá acabado. Ha venido tanta gente a mi habitación. Han hablado. No me han dicho gran cosa. Se han ido. Se han vuelto viejos, miserables y lentos, cada cual en un rincón del mundo.
Ayer a las ocho murió la Señora Bérenge, la portera. Una gran tormenta se eleva en la noche. Aquí, en lo alto, donde estamos, la casa tiembla. Era buena amiga, amable y fiel. Mañana la entierran en la Rue des Saules. Era vieja de verdad, al final de la vejez. Desde el primer día, cuando empezó a toser, le dije: "¡Sobre todo no se tumbe!... ¡Quédese sentada en la cama!". Me lo temía. Y después ya veis... Y luego en fin...
Yo no he practicado siempre la medicina, mierda de oficio. Voy a escribirles que ha muerto la Señora Bérenge, a los que me conocen, a quienes la conocieron. ¿Dónde estarán?" (...)

Comienzo de "Fantasía para otra ocasión" (Céline)

"Ahí está Clémence Arlon. Tenemos la misma edad, más o menos... ¡Qué visita más extraña! En este momento... No, no es extraño... Ha venido, pese a las alarmas, las averías del metro, las calles cortadas... ¡y de tan lejos!... De Vanves. Casi nunca viene a verme Clémence... su marido, Marcel, tampoco... no ha venido sola, la acompaña su hijo, Pierre... Está sentada ahí, ante mi mesa, y su hijo permanece de pie, con la espalda contra la pared. Prefiere mirarme de soslayo. Está violenta, esta visita. También ella me mira de soslayo, sentada, pero alerta... ni uno ni otra están tranquilos, cavilan... en estos tiempos todos cavilan, los que me encuentro, los conocidos... Van a hacer sus buenos tres o cuatro meses que cavilan, que ya nadie me mira lo que se dice de frente... el efecto de los acontecimientos, eso es." (...)